sábado, 4 de marzo de 2017

EN BUSCA DE LA FELICIDAD

      Nos empeñamos cada día en ser los más productivos, los más eficientes, los que tiene la información más actualizada, al minuto, al segundo…. Y que va, os aseguro que la productividad no tiene  nada que  ver con trabajar más horas, sino que es cuestión de sacarle más partido a las que trabajamos, planificarnos y quitarnos distracciones, os cuento. Después de varios días intentando quedar con mis amigas para hacer algo tan inconfundible en Enero como es ir de rebajas, conseguimos cuadrar agendas, tareas, niños y demás obligaciones que hacen de ir de compras parezca un viaje al centro de la tierra.

      Ni que decir tiene que en la comida previa a la aventura que teníamos por vivir, ¡¡¡ por fin de rebajas¡¡¡, hicimos una declaración jurada de no hablar de trabajo, de ningún trabajo, ni del nuestro, de nuestras parejas, ni de nuestros vecinos, de ninguno. Fue un ejercicio de voluntad que fue beneficioso, porque no trasladamos a la mesa ningún rastro de tensión o sensación de prisa que durante la jornada laboral suele pasear de la mano, como pareja de hecho nuestra.

      El tiempo nos acompaño, lucia una tarde de invierno con sol, con luz, y mucho brillo que nos escoltó en nuestro desfile por las tiendas de nuestro gusto, pletóricas anidábamos con nuestras bolsas  de acá para allá.

      Pero de pronto, una idea absurda que no entraba dentro de nuestro pacto, mudo la luz en niebla, el brillo en oscuridad : se me ocurrió abrir el correo electrónico, configurado en el móvil , porque claro , no podemos olvidar estar permanente conectados, comunicados, notificados , advertidos, avisados, lo más de lo más.

      ¿Porque tuve que revisar los correos electrónicos? ¿Porque querer solucionar las tareas pendientes en una tarde de chicas?  Porque quería mejorar mi eficiencia, así, rodeada de bolsas, de risas, de colas y sin poder facilitar el trabajo ni la respuesta al que estaba al otro lado del correo, moderna y optimista, donde las haya.

      Me pudo un exceso de optimismo, ese que se llama “Enga, sólo estaré 5 minutos”, y me enfrasqué en leer “hilos de correos” y correos nuevos, que no aportó más valor a mi trabajo. Es más me atrevo a decir que es un pésimo hábito por si mismo (abrir el correo constantemente, en cualquier sitio), y que después de esta experiencia, me hizo ver que en mi caso, y entiendo que en muchos más, es una fuente inagotable de improductividad y… pena.

      Queridas amigas y amigos, perdí una de mis preciadas bolsas. Guardaba la prenda de mis sueños, la que me había costado la cola de caja más larga, la que me había pasado toda la temporada esperando, la que representaba por excelencia la tendencia de este otoño y además según todos los blogs de moda continuaba viva, superbien de precio y que me quedaba de escándalo. Un desastre.


      Ese día buscaba la felicidad y me encontré de bruces con mi imagen de eficiencia arrugada delante del cristal de una cafetería  donde con unos churros con chocolate lloramos la pérdida.



https://www.youtube.com/watch?v=DVxAIAi9XVARebajas de Enero_Joaquin Sabina_You Tube

miércoles, 1 de marzo de 2017

¿QUÉ CAMBIARÍA SI PUDIERA?

"Puesta de largo del Grupo de trabajo GESTIÓN EMOCIONAL EN URGENCIAS en el taller del XXI CONGRESO DE SEMES Andalucía”



La medicina de Urgencias tiene una vocación eminentemente práctica y enfocada a la obtención de resultados a corto plazo. La capacidad de tomar decisiones rápidas en situación de gran complejidad, la destreza en la aplicación de técnicas y la polivalencia en los conocimientos son las principales aptitudes que se le exigen al buen urgenciólogo.


¿Pero qué pasa en nuestro interior ante determinadas situaciones de dificultad emocional extrema?. ¿Qué se removió en mi interior tras trasladar a un chico de 20 años que, víctima de un accidente de tráfico, fallecía a su llegada al hospital habiendo dejado el cadáver de su hermano en la carretera?. ¿Qué me pasó al decirle a esa madre que en unos minutos había perdido para siempre a sus dos hijos?.


¿Qué sentía mientras intentábamos reanimar al lactante cianótico que teníamos que arrancar de los brazos de su madre?. ¿Cómo digerir esa mirada suplicando no escuchar lo que ya saben que pasó?.


En ningún libro de medicina encontraba la respuesta y con estoicismo “me las comía“ una tras otra aderezadas con altos niveles de estrés, carga de trabajo excesiva, contratos precarios, sueldos “ajustados a la baja”, exigencia excesiva de los usuarios y escaso reconocimiento por parte de nuestro superiores jerárquicos.


Y esa digestión se hacía pesada.  La irritabilidad, el mal humor, la baja autoestima y la frustración condimentaban mi carácter y, como consecuencia, me distanciaban del entorno y de mis pacientes provocando mal rendimiento y peores sentimientos.


Muchos de los grandes cambios llegan por casualidad y así, un día cayó en mis manos “Inteligencia Emocional “ de Daniel Goleman y empecé las obras de reconstrucción de mí mismo.


La inteligencia emocional consiste en:

1- Conocernos a nosotros mismos, tomar conciencia de nuestras emociones y manejarlas. La habilidad para suavizar sentimientos como el hastío o la irascibilidad es esencial en las relaciones interpersonales y, por lo tanto, en la relación médico-paciente. El autocontrol nos hace ser más productivos y eficientes.

2- Reconocer las emociones de los demás haciendo que se percaten de ello, lo que conocemos por empatía, lo que nos permite identificar las necesidades de los demás.

3- Establecer buenas relaciones con los demás sabiendo manejar sus emociones, lo que establece las bases del liderazgo y de la eficiencia interpersonal.
Por eso, la propuesta de SEMES me reconforta en gran manera. Que un grupo de profesionales estén dispuestos a divulgar lo que la inteligencia emocional nos puede aportar en nuestro trabajo, lo que a mí me aportó, me parece un regalo admirable que espero muchos sepan aprovechar. Enhorabuena por la creación de este grupo de trabajo.

Por todo, si me preguntasen qué cambiaría si pudiese, respondería que nuestra forma de ver el mundo, aprender a gestionar nuestras emociones de forma más eficiente y a huir de dramatismos y, en definitiva, aumentar nuestro cociente de inteligencia emocional.