https://lacienciaysusdemonios.com/2016/06/02/superbacterias-frente-a-antibioticos-la-verdadera-tercera-guerra-mundial/ |
Las
bacterias como organismos vivos luchan denodadamente por progresar
evolutivamente y adaptarse a su entorno. Pese a su ínfimo tamaño,
lo hacen como nadie. Por eso son los seres con más éxito en la
historia de la vida sobre el planeta. Su éxito se basa en su enorme
capacidad reproductiva y su plasticidad genómica que le permite
sufrir mutaciones intensas en sus cadenas de ADN sin que eso le
suponga necesariamente poner fin a sus días. Para muchas bacterias
la pérdida de información genética y la adquisición de genes
exógenos desde su entorno es constante. Variar la información
genética de manera veloz, tener mecanismos de reparación, hacer
varias “copias de seguridad”, y transferirla con elevada
frecuencia a una nueva generación que es exactamente una copia, es
una apuesta segura para adaptarse a nuevos ambientes y nuevos
entornos. Así es como se pueden encontrar bacterias llamadas extremófilas, lo mismo embutidas en un glaciar del cuaternario, que
en la caldera de un volcán, que en una fosa abisal a miles de metros
bajo el mar, que en el núcleo de reactor nuclear, que en nuestro
estómago con su agresivo pH.
Las
bacterias sin resistencia a los medicamentos, por tanto, pueden
volverse resistentes por medio de la adquisición de genes
resistentes de otros microbios.
Pero
lo que no ha evolucionado al ritmo necesario para controlar a
aquellas que resultan patógenas dentro de nuestro organismo, son los
antibióticos. Los antibióticos conocidos con capacidad bactericida
constituyen un número limitado pese a los cada vez mayores esfuerzos
de la comunidad científica y farmacéutica por encontrar a estas
auténticas y diminutas “sustancias-diamante”.
Como
viene señalando la OMS el uso incorrecto y el abuso de los
microbicidas está generando resistencia incluso en bacterias que
hasta hace poco resultaban simplemente inofensivas. La dosificación
incorrecta, la interrupción de un tratamiento o el uso de fármacos
en mal estado suponen un factor de riesgo que contribuye muy
principalmente a la resistencia a antibióticos. Y no sólo es
generador del riesgo, el paciente que usa mal el medicamento por
desconocimiento o por imprudencia, sino también lo puede ser el
profesional sanitario que no reconozca convenientemente la etiología
bacteriana, se deje presionar por la insistencia del paciente, o
pueda obtener algún beneficio por el incremento de ventas de un
determinado fármaco.
Hasta
tal punto se está convirtiendo éste en un peligro para la salud de
las personas y del medio que la OMS publicó en febrero de este año la lista de las bacterias para las que se necesitan urgentemente
nuevos antibióticos. Una lista de “patógenos prioritarios”
resistentes a los antibióticos, en la que se incluyen las 12
familias de bacterias más peligrosas para la salud humana.
Un
equipo de investigación formado por científicos de la Universidad
Rice, de la Universidad de Buffalo y de la Universidad de Michigan,
puso de manifiesto que cuando se ingiere un antibiótico aproximadamente un 90% del mismo no es metabolizado, por lo que
pueden abandonar el cuerpo en forma intacta. Las personas que toman
antibióticos los eliminan, introduciéndolos en las plantas de
tratamiento de aguas residuales, en donde los microbios son expuestos
en forma constante a dichos medicamentos.
Respecto
a las 12 familias de bacterias de la OMS, señaló la subdirectora
General de la OMS para Sistemas de Salud e Innovación, Marie-Paule Kieny, que. “esta
lista es una nueva herramienta para garantizar que la investigación
y el desarrollo respondan a necesidades urgentes de salud pública”. Diana Aga, profesora de química de la Facultad de Artes y Ciencias
de la Universidad de Buffalo y componente del equipo de investigación
antes mencionado hizo la siguiente acotación:
“La
resistencia a los antibióticos es un problema mundial, y muchos
investigadores están tratando de combatir dicho problema mediante la
creación de nuevos medicamentos […] Nosotros estamos abordando el
problema desde un ángulo diferente: estamos tratando de evitar su
propagación.”
Así
es. El problema trasciende el inapropiado uso que puedan hacer los
usuarios o sus médicos de estos microbicidas. Los antibióticos se
encuentran sistemáticamente presentes en la cadena alimentaria
habitual. Se inyecta a las cabañas de animales que acaban formando
parte de la cesta de la compra: están en el pollo, en la ternera, en
el cerdo,…, y por extensión en sus productos, los huevos, la
leche. Y no sólo carnes. En productos de acuicultura como el salmón
o los langostinos, se abusa de tal manera de los antibióticos que se
están generando igualmente resistencias a patógenos, amén de
liberarse al entorno un excedente de antibióticos que afectan a la
fauna silvestre llegando a dañar irreversiblemente ecosistemas
naturales.
A
mayor abundancia, con la destrucción de ecosistemas terrestres
claves como son los bosques húmedos tropicales o los fondos marinos,
contribuimos a incendiar la “biblioteca de Alejandría” de los
futuros antibióticos aún por descubrirse, pues la generación de
antibióticos de síntesis es muy cara y compleja, mientras que en la
naturaleza, campo experimental dedicado por millones de años, se
encuentran de manera gratuita. Sólo habría que estirar la mano y
cogerlos. Eso sí al menos con una cierta humildad, reverencia y
respeto a un planeta que nos ofrece tamaño regalo.