Las
enfermedades crónicas tienen un peso cada vez mayor en España, debido en parte
al aumento de la esperanza de vida y la adopción de estilos de vida
propios de países desarrollados.
La cronicidad afecta en España a más de 19 millones de personas en 2016 según datos del Informe
Cronos. Además, repercuten en un aumento del gasto de los servicios
sanitarios y las familias: vivimos más años y convivimos con una
enfermedad que requiere cuidados y tratamientos farmacológicos.
En
mi opinión la cronicidad no debería ser tratada como una enfermedad en sí, sino
como una característica que las personas adquieren de forma inevitable con el
paso de los años. Esta cronicidad debería estar asumida por todos y debería
estar incluida dentro del proceso normal de envejecimiento. Por ello, pienso
que la mejor forma de cuidar la cronicidad es evitando en todo lo posible que
los pacientes acudan a los servicios de urgencias y tengan ingresos prolongados
en hospitales para corregir un desajuste de ella, creo que esas “personas
Crónicas” deben estar en su ambiente, en su casa y debemos como gestores
sanitarios buscar la mejor solución para que esto sea así y no sea la
cronicidad la que de forma urgente nos gestione a nosotros.
En
este post vamos a hablar de un pilar importante en el cuidado de los pacientes
crónicos centrándonos en aquellos que tienen un alto nivel de dependencia. Este
pilar no es otro que las cuidadoras de estos pacientes. Cuidadoras que
necesitan apoyo del sistema sanitario para obtener la formación y como
consecuencia los conocimientos necesarios para cuidar a su paciente durante su
estancia en su domicilio. No tendría sentido que queramos dar de alta a los
pacientes precozmente y las personas que los van a cuidar en su domicilio no
estén capacitadas para ello.
El
sistema sanitario público dispone de una importante variedad de programas de
formación en formato grupal para formar a estas cuidadoras. Esta modalidad de
formación es muy eficaz en las ciudades y poblaciones concentradas donde los
medios de transporte permiten desplazarse con facilidad hasta las aulas de
formación. Pero ¿Qué ocurre en las poblaciones pequeñas y dispersas con déficit
de transporte público y malas carreteras? ¿Qué podemos hacer para que estas
cuidadoras se formen?
El
hospital de Alta resolución Sierra Norte de Sevilla, es un centro que atiende a
poblaciones pequeñas, muy dispersas, con déficit de transporte público y malas
carreteras. En este centro se ha ideado un programa de formación en formato
Taller individual para cubrir los déficits de conocimientos que las cuidadoras
de pacientes dependientes puedan tener una vez son dados de alta a domicilio.
¿Cómo
son estos talleres?
Al
ingreso del paciente, cuando se hace la valoración del mismo, la enfermera incluye en
la entrevista un cuestionario sobre los
déficits de conocimientos y las debilidades en el cuidado del paciente en
domicilio basándose en el modelo de Virginia Henderson. Con los resultados del cuestionario, durante el
ingreso el equipo de enfermería educa y enseña a las cuidadoras fortaleciendo
esos déficits manifestados y haciéndola partícipe del cuidado del paciente en
el hospital. Al alta del paciente junto a las recomendaciones incorporadas en
el Informe de cuidados de enfermería (recomendaciones al alta), se pasa
cuestionario de satisfacción anónimo donde la cuidadora valorará si se
consiguen los objetivos que nos marcamos:
- Ampliación de conocimientos.
- Utilidad de los conocimientos adquiridos.
- Accesibilidad.
- Su satisfacción con este tipo de intervención.
Además,
gracias a la entrevista, podemos conocer
las necesidades más demandadas con déficits de conocimientos para realizar
taller individualizado.
Con todo
esto, respondemos a las preguntas que nos hacíamos antes respecto a que
podíamos hacer para formar a las cuidadoras que no pueden acudir a talleres en el formato grupal estándar
extendido por el Sistema Sanitario Público. En el siguiente post hablaremos del
grado de consecución de los objetivos marcados al inicio del programa.
Formar a
quienes cuidan es tarea de todos. Hagámoslo.
Francisco J. Hidalgo LLonis