En
los últimos años diferentes publicaciones de organismos y sociedades
científicas informan a los sistemas sanitarios de la consecuencia del cambio en el perfil
sociodemográfico y cultural de la población. Entre otras cuestionaes, nos enfrentamos a una
demanda creciente de cuidados a personas con fragilidad y dependencia en su
domicilio. Un aumento, que se espera sea cada vez mayor en los próximos años.
En
Andalucía, hasta el año 2015, 204.446 personas han sido clasificadas por
profesionales sanitarios como frágiles o en riesgo de dependencia y 184. 985
como personas dependientes. La distribución por limitación funcional importante, en las diferentes
actividades, varía del siguiente modo:
• Entre 65 y 74 años,
limitación: en las actividades funcionales (19,9%), autocuidado (5,1%) y
actividades del hogar (10,6%).
• Entre 75 y 84 años,
limitación en: actividades funcionales (43,2%), autocuidado (16,2%) y
actividades del hogar (29,3%).
• A partir de 85 años,
limitación en: actividades funcionales (66,8%), autocuidado (43,4%) y
actividades del hogar (63,9%).
El cuidado familiar supone el 88% del total de los cuidados ofertados a
personas con elevada necesidad de cuidados. Este cuidado familiar se está
viendo comprometido como consecuencia los cambios sociodemográficos y
económicos, lo que provoca la existencia de un mayor número de personas
necesitadas de cuidados y una menor disponibilidad de personas que cuidan en el
ámbito de la familia. Por otro lado, las personas que cuidan son cada vez
más frágiles, presentan mayores niveles de sobrecarga y presión por el aumento
de sus responsabilidades en el cuidado.
En Europa, la situación no es muy distinta. El 90% de los europeos
opinan que la atención domiciliaria a personas con problemas de funcionalidad
debe ser proporcionadas por los sistemas públicos (TNS Opinion & Social,
2007), y menos de la mitad (48%) piensa que es la familia quien debe
responsabilizarse económicamente del cuidado de sus padres en los casos en los
que los ingresos económicos de los padres no son suficientes. http://ec.europa.eu/public_opinion/archives/ebs/ebs_283_en.pdf
Esta creciente demanda de atención en el domicilio en combinación con el
menor potencial para el cuidado familiar, deben hacernos reflexionar sobre cómo
deben ser los servicios de atención sanitaria en el ámbito domiciliario. El
reto consiste en fomentar e innovar en el cuidado de estas personas en
situación de fragilidad o dependencia, a la vez que orientamos la atención
sanitaria ponienco el foco en dos cuestiones claves:
- Potenciar las conductas
generadoras de salud, que tienen como meta ayudar a la ciudadanía identificar
sus propios problemas de salud y a utilizar sus propios recursos personales y
externos- Fortalecer las comunidades para hacerles frente y promover un
envejecimiento más sano. Este artículo en The Guardian nos proporciona
algunas claves adicionales hacia donde mirar en este sentido: https://www.theguardian.com/healthcare-network/2016/may/03/things-to-change-community-healthcare-older-people?CMP=share_btn_tw
Como conclusión, un proyecto de avance de la atención sanitaria en el domicilio, debe basarse en el desarrollo de nuevas fórmulas, que incorporen medidas y estrategias, con un enfoque centrado en potenciar una respuesta compartida, eficiente y efectiva.
Además, debe incorporar a las personas como socios igualitarios que
pueden tomar decisiones sobre su propio cuidado, apoyando a las familias para
que se fomenten la implicación, y el reparto equitativo de los cuidados
familiares y donde se diversifique la responsabilidad del cuidado de las
personas en el domicilio por los
servicios públicos de forma que las personas que cuidan puedan seguir sus
actividades laborales, educativas, de ocio y en definitiva su proyecto de vida.
¿Estamos preparados para este
reto? ¡Adelante!