Durante mi época de estudiante, parte de mi
tiempo de ocio, lo dediqué con mis amigos a pasar gélidas noches, al raso,
varios calcetines en los pies, y un par de guantes en la mano derecha, bebiendo
alcohol y fumando cigarrillos. Salías rondando la medianoche y llegabas a casa
al amanecer, en mejor o peor estado… Era “lo normal”. Aún a día de hoy, en
reuniones con amigos, nos jactamos con anécdotas de aquellos momentos. Seguimos
pensando que es “lo normal”. Nunca nos hemos cuestionado las consecuencias.
Unos años más tarde, en 2010, la selección sub21 islandesa de fútbol, se
clasifica por primera vez para la Eurocopa sub-21. Y tan solo 6 años después,
en 2016, esos mismos jugadores se clasifican primeros de su grupo en la
Eurocopa, y posteriormente eliminan a Inglaterra.
Parte del éxito es el ambiente entre los jugadores, que en muchos casos
se conocen desde niños. El fútbol empezó a crecer cuando se montó un sistema de campos de césped
artificial bajo techo al lado de las escuelas. Los niños pudieron así adoptar
el fútbol como una actividad extraescolar más y así creció el nivel. ¿Pero el objetivo realmente era ir a la Eurocopa?.- No.
Entre 1992 y 1997, el gobierno islandés realizo
encuestas a nivel nacional a jóvenes de 14 a 16 años, sobre hábitos de consumo
de tóxicos. Identificaron las escuelas más problemáticas, y las causas que
podían impulsar a los jóvenes a dicho consumo.
Identificaron varios factores protectores:
- La participación en actividades organizadas, sobre todo
deportes, 3 o 4 veces a la semana,
- El tiempo total pasado con los padres,
- Sentirse protegidos en el colegio, y
-
No estar en la calle por las noches.
Finalmente en 1999, lanzaron las medidas
contempladas en el programa “Youth in Iceland”: Aumentaron los fondos públicos
para fomentar el deporte, incluso con ayudas a familias con escasos recursos, legislaron
para aumentar la implicación de los padres en la relación con los hijos y su educación,
y con los colegios, ampliaron los horarios de apertura de los centros
deportivos y colegios, impulsaron las actividades extraescolares, promovieron
la música, limitaron la publicidad de alcohol y tabaco, prohibieron su venta a
menores de 18 años, e impulsaron un “toque de queda” para que los menores de 16
años, no estuvieran en la calle por las noches; ningún adolescente podía
quejarse entonces de que “los demás si lo hacían”.
Entre 1998 y 2016 los porcentajes de adolescentes de 15 y 16 años, que
habían estado borrachos el mes anterior, bajaron del 42% al 5%; los que habían
fumado cannabis, del 17 al 7%, y los que habían fumado tabaco del 23 al 3%.
Trataron sobre todo, de darle a los jóvenes, mejores cosas que hacer, y
que los cambios bioquímicos cerebrales, mediados por las drogas, el “subidón”
viniera de otras experiencias. Hacerlos adictos al deporte, a la música, al
teatro…
Como decía al principio, la situación en España no era muy diferente a
la de Islandia a finales de los 90. Los datos obtenidos por
la Estrategia Nacional sobre Drogas 2009-2016 a través de la Encuesta
Domiciliaria sobre Alcohol y Drogas (EDADES) y la Encuesta Estatal sobre Uso de
Drogas y Enseñanzas Secundarias (ESTUDES), también muestran un descenso del
consumo de alcohol y tabaco entre adolescentes; aunque es considerablemente
menor que en Islandia. Y me hace cuestionarme, ¿qué impide desarrollar estas
medidas en España?Tras un rato de reflexión, he
conseguido advertir las siguientes, que seguro, no serán las únicas. Los fondos
de Islandia no son comparables a los de nuestro país. Tenemos mucha más
población y más heterogénea.
Existe cierto desencanto y desconfianza hacia los
distintos gobiernos en la actualidad y el hecho de ejercer “control” sobre la
población sería un motivo más para acrecentar este desencanto general. También
el clima y las horas de luz diarias generan unos hábitos de vida muy diferentes
a los de Islandia. Sería tarea imposible establecer un “toque de queda” a
nuestros jóvenes.
Pero por un momento soñé que podrían ser extrapolables a nuestro
entorno...
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